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Paisajistas Argentinos en jardines contemporáneos

  • Foto del escritor: Máximo Vercelli
    Máximo Vercelli
  • 12 sept 2023
  • 3 Min. de lectura

El mar imprime su carácter y no deja, nunca, de participar del jardín. El color del agua se modifica en relación con el cielo. Mientras, la arena también concede su colorido y su textura. Tanto, que en el invierno se deja llevar por el viento hasta cubrir el jardín y, en la primavera, comienza su retirada hasta desaparecer, dejando lugar al renacer de las plantas. Con tal presencia, el paisaje se vuelve exigente e invita a crear a partir de su inevitable dominio.



Punta del Este se introduce en este mar y delinea su geografía con sus costas. Esta casa se asienta en Punta Piedras, ubicada en la zona de Manantiales, y el jardín precede a la playa y se separa de ésta a través de un cerco de madera de diferentes alturas. Éste es, además, una cortina de reparo del fuerte viento de la zona, necesaria para cuidar un jardín delicado en un ambiente hostil gran parte del año. El terreno tiene una suave pendiente desde la casa y la premisa fue privilegiar las visuales por sobre el uso del parque.

Las plantas de bajo crecimiento se ubican en los canteros centrales. Las proporciones de césped se reducen a senderos y la plantación de especies herbáceas y gramíneas ocupa la mayor parte del lugar, invirtiendo la relación habitual de un jardín. En perspectiva, se aprecian las formas naturales y orgánicas de los canteros y el predominio del verde con toques de amarillo, anaranjado y azul.

Las especies elegidas son de floración estival, lo que advierte la época de más uso de la vivienda. Así también lo indican las flores que emergen a los costados del deck de una original pileta triangular. Más allá, el mar no deja de intervenir en cada detalle de diseño.


El jardín se suma al mar. El color de los agapantos (Agapanthus africanus) emula el agua y crea un fuerte contraste con los hemerocalis anaranjados. Las margaritas (Chrysanthemum maximum) salpican con toques de blanco y las finas varas de las gauras (Gaura lindheimeri) suavizan el límite, el final del jardín. Se eligieron plantas de floración estival, con el colorido alegre que la estación amerita, y resistentes al riguroso clima de la costa esteña.







Juníperus rastreros (Juniperus chinensis «Pfitzeriana» asoman sobre el cesped con su texturado follaje. Las cortaderas (Cortaderia selloana) son gramíneas resistentes, con una floración suelta que se mece con el viento e ilumina un rincón. Un macizo de dietes (Dietes irioides) y plumbagos de flor blanca (Plumbago copensis «Alba» florece al abrigo del cerco.

















La superficie central de césped se interrumpe por un gran cantero, que termina dominando la escena. De líneas sinuosas, está delimitado por corteza de pino que remarca el contorno. Son todas especies de bajo porte, como Pennisetum alopecuroides, Bulbine frutescens, Gaura lindheimeri y Hemerocallis hyb. Su elección se debe a dos factores: Al ser de baja altura, no interrumpen las vistas hacia el mar y son resistentes a los vientos salinos provenientes de la costa.


Lejos del jardín la pileta encontró su lugar en altura y al reparo, pero sin perder el horizonte como línea de fondo. Un amplio deck resalta la original forma de la pileta triangular. Los canteros retoman el colorido del jardín. Gauras, margaritas y hemerocalis de floración estival completan el lugar, en consonancia con lo que se despliega del otro lado de la casa.


La construcción simétrica y de líneas netas en contraposición con una plantación suelta, de aspecto silvestre. Ya desde la arquitectura se advierte la importancia de las vistas al mar, con una gran terraza en lo alto. Desde arriba, domina el jardín y permite la lectura del diseño. Las formas, las texturas, el color de flores y follajes toman relevancia y se vuelven otro punto de interés para apreciar desde la casa-mirador.


Rocas que afloran naturalmente desde el paisaje contiguo a la playa. Los chips de madera remarcan los límites, los bulbines (bulbine frutescens) son los sutiles toques de color, los alisum (Lobularia maritima) blancos emulan la espuma del mar


Muros bajos definen los límites sin tapar las vistas. Así, el entorno se incorpora con naturalidad y la arena de la playa se vuelve parte del jardín.



 
 
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